Ebenezer Mengu Chua “me siento en la obligación de estar demostrando que no soy un delincuente por ser negro”

Ebenezer Mengu Chua

En las venas de Ebenezer Mengu Chua, las fronteras se difuminan y los continentes se abrazan. Sus ojos rasgados y su tez morena hablan del crisol genealógico que conforma su ascendencia china, filipina, japonesa y camerunesa. Sin embargo, la variedad de sus raíces no le hacen extranjero, él nació en España hace treinta años y desde entonces vive en Madrid. Pese a ello, Ebenezer conoce muy bien lo que sienten muchas personas extranjeras en territorio español, pues con frecuencia se ve expuesto a constantes identificaciones, interrogatorios y registros policiales. En lo que va de año 2017, ha tenido que identificarse ante la Policía Nacional 10 veces, y en el año 2016 el número de identificaciones ascendió a 30:

Una de las últimas veces que me paró la Policía en el metro, me cachearon y me registraron, vaciaron toda mi mochila. Las personas que esperaban en el andén se pararon a mirar. Entre ellas, reconocí a una clienta de la tienda en la que trabajo. Es difícil describir cómo uno se puede sentir en ese momento. Cada vez que me paran me siento como un delincuente y ese sentimiento te lo llevas para el resto del día, o toda la semana” -comenta Ebenezer con evidente signos de frustración.

Desde hace diez años, las identificaciones policiales se han convertido en una circunstancia habitual en la vida de éste joven. Sin embargo, la situación ha ido en aumento en los últimos tiempos: “El año pasado decidí contar las veces que me tuve que identificar y sumé un total de 30 veces. En el mismo día me han llegado a parar dos veces en cuestión de minutos. Por ejemplo una antes de subirme al tren, en Torrejón, y otra al bajarme del tren, en Sol. El 90% de las veces que me encuentro con la Policía en alguna estación, me paran. De hecho, en ocasiones ya tengo el DNI en la mano antes de que me lo pidan, y efectivamente, en cuanto paso cerca de ellos, me lo piden.”

¿Por qué tengo que exponer mi vida de esta manera? Termino sintiéndome como un delincuente sin serlo.

Ebenezer se angustia al salir de casa. Siente un nudo en el estómago cada vez que tiene que coger el transporte público, ya que es allí donde se producen la mayor parte de las identificaciones. Cuando sale de casa, en ocasiones llega a evitar calles y espacios donde cree que puede estar la policía, aunque eso le suponga llegar más tarde a su destino o tomar trayectos no deseados. Comenta estar acostumbrado a las identificaciones, y que la situación ha ocurrido tantas veces que hace tiempo dejó de generarle nerviosismo, pero no se acostumbra a ese sentimiento de culpabilidad infundada ni a la humillación que para él supone esta situación:

“Me siento con la obligación constante de estar comportándome de forma excepcional para que nadie tenga ningún motivo que le lleve a pararme y pedirme la documentación. Pero da igual lo que yo haga o no haga, me paran. En varias ocasiones he llegado tarde al trabajo por esta situación  y, sin embargo, me muestro colaborativo y amable porque me siento en la obligación de estar demostrando que no soy un delincuente por ser negro

A las consecuencias emocionales también se suman las consecuencias económicas. Ebenezer comenta que ha empezado a pedir el número de placa para tener constancia de las veces que le paran. Sin embargo, comenta que en varias ocasiones la petición del número de placa no sienta del todo bien a os agentes: “Recientemente, el mismo policía me paró dos veces en la misma semana, además casualmente la identificación se produjo en ambas ocasiones en el mismo sitio: la estación de Atocha. En la segunda ocasión, al comentarle que ya me había identificado días antes, me contestó que no lo recordaba. Sin embargo, al pedirle el número de placa comentó que sí me recordaba y que me llegaría una multa de la vez anterior. Finalmente, a mi casa llegaron dos multas administrativas, correspondiente a los dos encuentros con este agente. En ninguna de las ocasiones mi conducta fue sospechosa o agresiva. Tan solo les pregunté por su número de placa”.

Ebenezer deberá pagar un total de 200 euros por las multas. La presunción de veracidad de la policía le permite poco margen de acción para recurrirlas. La situación no resulta muy esperanzadora teniendo en cuenta que no deja de repetirse constantemente:

Tengo la sensación de que nunca me van a dejar en paz. Normalmente cuando pregunto por qué me paran, me responden que se trata de un control rutinario. Pero si fuera rutinario no me pararían a mí siempre. Es muy raro ver a un policía pedirle a un hombre blanco que se identifique. Cuando a mí me paran casi siempre soy el único negro del lugar en el que ocurre la identificación”

En ocasiones, percibe cierto asombro por parte de los agentes al descubrir que su DNI es español. Y le incomoda sobremanera que con frecuencia, a la identificación se sume un interrogatorio que invade su privacidad:

“No en pocas ocasiones me preguntan hacia dónde me dirigía o con quién me iba a encontrar, incluso de dónde vengo. ¿Por qué tengo que exponer mi vida de esta manera? Termino sintiéndome como un delincuente sin serlo. Me siento ajeno. No me siento español ¿cómo sentirme español si me están tratando de esta manera?”

La gran cantidad de veces que le han pedido la documentación ha derivado en un amplio abanico de múltiples experiencias desagradables e incómodas. Alguna de ellas se han quedado grabadas a fuego en su memoria:

“Una vez, iba cruzando la carretera y un coche me dejó pasar. Casualmente se trataba de un coche de la Policía Nacional.  Cuando terminé de cruzar la calle dos agentes se bajaron y comenzaron a interrogarme. Me pidieron la documentación y comenzaron a registrarme. Uno de los agentes era una chica que estaba aprendiendo y el otro agente le iba dando instrucciones de cómo debía registrarme e interrogarme. Era pleno invierno y hacía mucho frío, me vaciaron la mochila, me cachearon, me quitaron los guantes y la gorra. El policía le iba dando instrucciones a su compañera. Sentí que me estaban utilizando para practicar, me sentí como un conejillo de indias

Siento que me perciben peligroso, y tengo la presión constante de demostrar que no lo soy

Sin embargo, comenta que el estigma está presente en otros ámbitos de su vida: “Muchas personas apartan su bolso cuando me ven, esa situación me ocurre prácticamente a diario. Cuando voy por la calle y es de noche , si me encuentro con otras personas caminando en mi sentido, cruzo la acera para que no se sientan incómodas. Prefiero apartarme yo a percibir algún gesto de rechazo o miedo. Siento que me perciben peligroso, y tengo la presión constante de demostrar que no lo soy”

Al parecer, cuando se acerca Ebenezer con su piel oscura, con sus ojos rasgados y  cuatro continentes recorriendo sus venas, el peligrosímetro despierta todas las alarmas policiales, y sociales. Lastimosamente y de forma prácticamente imperceptible, florecen los prejuicios, el estigma: la frontera.

5 Comments
  1. Es una puta vergüenza. Conozco a Eby desde hace muchísimos años, y he visto esos casos miles de veces. Intentar entrar en discotecas, no decirnos nada al resto (“blancos no peligrosos”) y llegar a él y decirle: No puedes pasar, es una fiesta “privada”. Y lo mismo con otros amigos nuestros marroquíes, cameruneses, dominicanos, etc…

    Lo peor es cuando pasa en ciudades donde lo mas normal del mundo es que haya una alta inmigración, como Torrejón, que es donde hemos vivido esto casi siempre, y cuando puedes cruzarte con inmigrantes de miles de nacionalidades distintas cada minuto, y el 90% son gente normal que no causa problemas.

    Lo bueno de que crecer en entornos así, es que te hace ver el mundo de otra forma, de la forma en la que todo el mundo debería verlo, en el que el color de la piel o donde coño hayas nacido, no importa para ser más o menos peligroso.

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