“La ciudadanía española es cómplice porque han normalizado que se pueda violentar y matar en la frontera”

Helena Maleno

“Europa ha construido 1.200 kilómetros de vallas y muros, no para hacernos más libres sino para encerrarnos dentro de ellos”, explicó Helena Maleno Garzón (El Ejido, 1970), periodista e investigadora especialista en Migraciones y Trata de personas con especial atención a mujeres y menores, en TEDx Talks en noviembre de 2016. “La matriz de la construcción Europa son las vallas y los muros”, añadía la integrante de Caminando Fronteras, construcción que tiene como fin crear una ilusión de seguridad intramuros e inseguridad extramuros. El pasado mes de mayo el colectivo presentó Tras la Frontera, un informe que muestra el impacto directo de la macropolítica fronteriza sobre los cuerpos y las vidas de las personas migrantes. Hablamos con ella sobre la criminalización de las personas migrantes y el racismo institucional que normaliza la violencia en las fronteras.

Vemos cómo Nicolás Fernández Cucurull, delegado del Gobierno en Ceuta, quiso esconder la agresión de un agente a un subsahariano sosteniendo que “la actitud violenta” venía por parte de las personas migrantes que habían “arrollado a los agentes” al cruzar el paso fronterizo de El Tarajal. Las cámaras de seguridad desmienten estas acusaciones y nos han permitido ver imágenes que muchas veces no podemos ver ¿Cómo es la actuación de las fuerzas de seguridad en los controles fronterizos?

Esta vez hemos podido ver las imágenes, pero lo que más me llama la atención es que no todo el mundo ve lo mismo en ellas. Eso es lo que más miedo da, pensaba que con la visualización de esas imágenes la gente vería el racismo pero ha sucedido también lo contrario, por ejemplo, he recibido muchos ataques en twitter por exponer la violación de derechos humanos visible en ese momento. La gente ha normalizado tanto la violencia por el control del territorio y la ilusión de seguridad, que incluso piden ir más allá.

Según cifras de ACNUR más del 60% de las personas que saltan esas vallas son potenciales refugiadas y entre ellas hay menores de edad que según nuestro sistema democrático deben recibir protección. Son personas que se enfrentan a la muerte, hoy sabemos que entre las personas que realizaron el último salto hay tres desaparecidos (un chico de Malí, otro de Guinea y otro de Camerún) que durante esta entrada podrían haber muerto. Pero estas informaciones no salen a la luz porque la mayor parte de la ciudadanía española es complice, han normalizado que se pueda violentar y matar a personas racializadas en la frontera porque lo más importante es nuestra seguridad. El sistema de control de fronteras es un sistema racista que construye Europa a través de esos “enemigos” que llegan y que acaban convirtiéndose con la trata de personas, en nuestros esclavos. Una construcción racista en el que tiene su parte el policía, los políticos, las empresas que se lucran con ese negocio y la ciudadanía que lo obvia y mira a otro lado.

Tanto el Sindicato Unificado de Policía como la Confederación Española de Policía califican esta actuación como proporcional a la vez que piden material y medios para abordar sucesos similares, puesto que de esta forma ponen en riesgo la seguridad no sólo de los agentes sino la del Estado frente al “problema de las migraciones”, afirman ¿El negocio que hay tras el control fronterizo está por encima al derecho a la vida?

Han cerrado el paso fronterizo de Tarajal por la “amenaza de esa invasión”, en Ceuta han muerto mujeres porteadoras y no han cerrado las fronteras, han muerto por avalanchas en una frontera asesina y que hay que remodelar, en un negocio como el del contrabando que mueve millones, que da mucho dinero a esa ciudad y del que viven muchos ciudadanos europeos. Esa frontera no se cerró en señal de duelo por esas mujeres luchadoras y ahora se cierra para seguir construyendo esa ilusión de seguridad.

Da vergüenza que la policía no acepte que se equivocó, esos agentes que han empezado a dar patadas están ahí para un control de documentación no para golpear. Las personas migrantes que han llegado a suelo español y han pasado al lado de una oficina de asilo han seguido corriendo porque saben que llegar a territorio español no es sinónimo de garantías de derechos, sino que significa enfrentarse a devoluciones en caliente, que les expulsan a un estado tercero que ejerce sobre ellos torturas y malos tratos prohibidos por la convenciones internacionales. Huyen porque esos funcionarios no cumplen la obligación de preguntar de qué huyen, paso previo a la apertura de los procedimientos administrativos que establece la Ley de Extranjera que en si mismo ya es racista, y vuelve a ser racista cuando no permite su aplicación. Es una vergüenza que los sindicatos de policía no dijeran que se equivocaron y que esas personas no estaban ahí para dar patadas sino para otras cosas y que cambiarán los procedimientos para que no se vuelva a repetir. Es la connivencia del sistema racista que no acepta la comisión de errores que atentan contra la vida de las personas.

Justo al lado de donde fueron pateadas estas personas se encuentra la oficina de asilo (hay una en Ceuta y otra en Melilla) ¿Se respeta el derecho de asilo de las migrantes subsaharianas?

Las oficinas de asilo se crean para maquillar la imagen del Estado español, ACNUR lleva mucho tiempo explicando las deficiencias del sistema de asilo en Ceuta y Melilla, eso lo saben las personas que llegan a estas ciudades y que no lo piden allí, prefieren otros lugares, porque saben que ese sistema de protección no les protege, es más cuando pides asilo en estas oficinas, no puedes irte al resto del Estado sino que te bloquean tu derecho a la libre circulación de forma arbitraria. El sistema de control depende del Ministerio del Interior directamente, las personas en los Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta y Melilla, no saben cuando salen de allí, depende de la nacionalidad se toman decisiones de forma arbitraria. Una persona LGTBIQ de Marruecos puede pasar años en el CETI de Ceuta y Melilla porque el estado entiende que si les deja pasar puede generar “efecto llamada”, los subsaharianos tienen otros plazos, las mujeres otros…

Las propias oficinas de asilo se basan en parámetros racistas, ni un solo negro y cuando digo ni uno es ninguno, ha podido pedir asilo en ellas. Es más, en la oficina de Ceuta nadie ha podido pedir asilo y en la de Melilla solo han podido las personas de origen sirio que han tenido que plegarse a mafias (que se amparan en este sistema racista de asilo) que les cobran 2.500€ por un pasaporte marroquí que les pueda permitir acceder a la zona española y llegar a la oficina. Recuerdo casos de mujeres congoleñas y de otros países en conflicto que han cruzado a la zona de Melilla y han intentado pedir asilo y la policía les ha devuelto a Marruecos.

Las 26 mujeres y cinco niños que llegaron a mediados de julio a la deshabitada Isla del Mar pidiendo asilo siguen en el CETI de Melilla, pero ante las garantías que les da ese sistema de asilo, renunciaron a pedirlo y barajan pedirlo en otros lugares que si protejan sus vidas. Son mujeres valientes no sólo por el tránsito migratorio tan duro que han realizado, por haber aguantado en la isla a la presión y control militar sobre ellas, sino también porque una vez que han visto las migajas de derechos que desde Melilla se les ofrecía han decidido esperar a esas decisiones arbitrarias que las llevarán a la península, arbitrariedad que no atiende ningún criterio legal. Han decidido resistir e intentar pedir asilo en otras zonas que si garantizan sus derechos.

Cada vez con más frecuencia en los medios de comunicación tienden al empleo diferenciado de los términos “migrantes” y “refugiados”, estableciendo una jerarquización de las personas que se ven obligadas a moverse ¿No es esta una diferenciación racista sobre a quien se le debe reconocer derechos y a quién no?

El asilo es un derecho europeo hecho para europeos en un momento en el que Europa necesitaba establecer ese derecho por el movimiento de las personas europeas, es un derecho que tal y como está estructurado es racista. Es un derecho viejo que no se adapta a las nuevas realidades, no se adapta a la esclavitud que es la trata de seres humanos, no se adapta a los desplazamientos por el apoderamiento de tierras generado por las multinacionales de los estados del norte, no se adapta a los desplazamientos como consecuencia del cambio climático cuya responsabilidad está en los grandes depredadores y consumidores, que paradójicamente también están en el norte. Es un derecho que no se cumple ni en la forma en la que nació. Derecho que se explica en todo el contexto del colonialismo.

Diferenciar entre migrantes y refugiados es otra estrategia de limpieza de imagen, como las oficinas de asilo y así poder decir que al menos protegemos y defendemos ese derecho que nosotros hemos creado. Lo único que pretende es enfrentar poblaciones, crear categorías y esto lo vemos, un sirio tiene una categoría según este sistema diferente al de un congoleño, incluso se habla de refugiados de primera, de segunda y lo más bajo que son las mujeres del África negra a las que además se les quita los hijos en la frontera porque no pueden hacer frente a ellos. Es una forma de decir a la gente que queremos que venga solo esos, la “cuota” y no las demás que huyen de condiciones similares. No es verdad que seamos la Europa de los derechos humanos.

Como habéis documentado en el informe Tras la Frontera, muchas de estas personas que buscan llegar a la península mueren debido al desinterés e ineficacia en la labor de rescate o como consecuencia del bloqueo de sus embarcaciones y las devoluciones en caliente en el mar ¿Aquellas personas desaparecidas en el mar son buscadas por España o por Marruecos?

Tenemos la suerte de contar con el Salvamento Marítimo que pertenece al Ministerio de Fomento y no al de Interior, eso hace que podamos tener más garantías. Salvamento debe proteger el derecho marítimo de las personas sin preguntar de dónde vienen y a dónde van, simplemente cumplir la obligación de salvar vidas. Sin embargo, reciben presiones de Interior y del control migratorio. En Ceuta y Melilla quien controla lo que sucede es la Guardia Civil que pertenece a Interior y trabaja con la Marina marroquí para evitar que las embarcaciones lleguen a suelo español. En el informe de “Tras la Frontera” exponemos esas devoluciones en caliente en el agua, que ponen en riesgo el derecho a la vida, se trata de personas que navegan en embarcaciones que de por sí son un riesgo para sus vidas. Cuando la Guardia Civil les ve, lo que no puede hacer es bloquearles hasta que llegue la Marina marroquí. Porque en ese proceso, las embarcaciones vuelcan, desaparecen personas a las que no se busca. Ahí están las historias, como la de Samuel ese niño congoleño de tres años cuya búsqueda se paró en medio de la noche, si hubiese sido europeo nunca se hubiese dejado de buscar. Samuel es víctima de la estructura racista del control fronterizo. Esto sucede en el mar, donde es más difícil documentar lo que sucede, cuerpos que van apareciendo y que a veces no se identifican, algunos desaparecidos son buscados durante un tiempo y después se les olvida.

Hay una cosa que debemos destacar, en ninguna zona fronteriza europea donde haya muertos y desparecidos ha habido un tribunal que inicie una investigación para condenar a los funcionarios y militares involucrados en esas muertes o desapariciones. Por eso es tan importante la apertura de investigaciones como las muertes de Tarajal (2014), porque aunque las muertes sucedan en frontera hay que buscar las responsabilidades, esas familias siguen hoy pidiendo justicia y poder poner nombre a las personas desparecidas.

Debemos resaltar que hay una estructura autoorganizativa de las propias personas que se mueven y que las instituciones europeas tratan de relacionar con las mafias, que también existen pero como respuesta a este sistema racista, que por cierto, a su vez los estados europeos se alimentan de ellas (las mafias)… ese sistema organizativo del que hablaba lo forman personas que hacen esfuerzos para identificar a los desaparecidos, cómo se llaman, rememorar las historias de su desaparición para poder contarlas a sus familiares, poder contar por qué y quiénes fueron los responsables de su desaparición.

Si a mi me ha enseñado algo la frontera es que el cambio no viene del norte (geográfico), ni de las personas europeas que nos decimos de izquierdas, no estamos capacitadas para provocar el cambio. Sí que lo están las comunidades migrantes, las familias, todas esas personas que están viviendo esas situaciones, esas personas que se mueven y que están cuestionando el sistema, son ellas quienes van a provocar el cambio real.

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