Lissette y la vulnerabilidad de las trabajadoras migrantes frente a la policía

Control policial en la Plaza de La Corrala, Lavapiés / Imagen de archivo de SOS Racismo Madrid

Lissette es de República Dominicana, nos contacta para denunciar lo que le sucedió el jueves día 15 de febrero. Ella sale todos los días a las 4:30 de la mañana porque trabaja en una empresa de limpieza, una empresa subcontratada, y por eso “cuando quieren echarte te hacen la vida imposible para que te marches”, comenta. Trabaja tres horas repartidas en un mes, 30 minutos todos los días y una hora los lunes.  “Me piden que haga horas extras sin remuneración, me dicen que friegue las escaleras con un estropajo, les digo que eso ya no se hace y además, se sale de mis horas de contrato”.

El pasado jueves la encargada, que se pasa el día vigilando su trabajo, le dijo que le diera la llave del portal que ella lleva limpiando 17 años, cosa que no puede hacer porque según explica la propia Lissette equivaldría a abandonar su trabajo. “Le dije que se la daría con la condición de que me entregara una hoja firmada donde así lo indicara, pero no aceptó”. “Seguí haciendo mi trabajo porque tengo 30 minutos y después debo marcharme para llevar a mis hijas al colegio, sino no, no me da tiempo”. Pero la encargada había llamado a la policía.

“Cuando llegó el agente de policía me trató fatal, me dijo que no iba a ningún lado si no le entregaba la documentación”. Lissette la había olvidado en casa, así que propuso al agente acercarse a su domicilio, que estaba a unas calles, o llamar a su marido para que se la trajera. Cuando sacó el teléfono para llamarle, el agente se lo arrebató de la mano: “fue muy brusco, me dijo usted está hablando con la autoridad no puede utilizar el móvil”. Explica que a cada palabra que ella decía el agente respondía “usted a callarse, no sabe que la inmigrante no tiene derecho a nada”. No podía quedarse callada, así que se lo recriminó. Ella es nacionalizada en España y consideraba que tenía “unos derechos reconocidos”. La réplica de este agente de la Policía Nacional fue que “eso solo lo piensas tú, como migrante no tienes derecho a nada”.

Lissette fue conducida a la comisaría tras ser esposada con fuerza, “por aquello tengo los brazos doloridos, que no puedo ni levantarlos”. “Ese mismo agente me dijo que esto me pasaba por no quedarme callada”. Una de las cosas que más le dolió fue rogarle que le dejara llamar a sus hijas para ver cómo estaban, cosa que no le permitieron hasta que llegó su abogado. “Me dijo mi hija de 10 años que no había comido, pero que no me preocupara que ya ella sabía que estaba detenida”. Cuando por fin pudo marcharse quiso poner una denuncia en esta misma comisaría, “no me atendieron, me dijeron que estaban muy ocupados”. Por este motivo decidió marchar al juzgado de guardia para poder poner la denunciar por acoso a la encargada que había llamado a la policía en primera instancia. “Resulta que el motivo de su llamada a la policía fue porque yo supuestamente la había empujado, cuando yo estaba dentro del portal limpiando y ella fuera ¿cómo es posible?”.

En el juzgado de guardia no le dejaron poner la denuncia porque le dijeron que tenía pendiente la denuncia que la encargada había puesto contra ella. Ese día no regresó a casa hasta las 16:30. Su abogado, designado a través de la asistencia jurídica gratuita, le recomendó que esta causa no la luchara, pues era su palabra contra la de los agentes. Además, el agente la avisó de que recibiría una multa por resistencia a la autoridad. “En ningún momento le opuse resistencia y mucho menos le falté el respeto”, comenta. ¿Cómo una persona que cobra menos de 400€ al mes puede pagar esa multa? se pregunta.

“Tengo la moral por el suelo, por lo sucedido. Llevo años aguantando insultos de jefe y la encargada, se que su intención es que abandone el trabajo, pero llevo 17 años limpiando este portal y no me voy a ir sin que se me dé lo que me corresponde. Lissette es peluquera pero se dedica a la limpieza porque no tiene otra opción, explica que limpiando ese portal en gana 80€ al mes, cosa que cobraba antes con un solo peinado. Suele ganar un dinero extra haciendo extensiones y otros peinados en peluquerías del barrio, pero aún así le hacen la vida imposible. “A veces, me dicen que me presente en la oficina a cualquier hora que les dé la gana, me hacen perder trabajos que me salen para acudir y muchas veces se trata solo de hacerme ir para nada, porque me dicen que se han equivocado o niegan haberme llamado”. Con rabia añade, “soy la migrante y la negra ¿quién me va a creer?”.

1 Comment
  1. Esta historia es realmente indignante. Y luego algunas se preguntan por qué las mujeres migrantes no participan en la huelga ‘feminista’ de hoy. Esa encargada que se cree con el poder de la vida y la muerte, y esa policía que le da la razón y ayuda aumentar el abuso y aumentar aún más la brecha entre la policía y una parte de la población… Es terrible. Yo que ella no cejaba en mi empeño e iba a poner la denuncia al juzgado aunque hiciera falta. Qué rabia, de verdad. Qué rabia.

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