11 de noviembre, cuestionar el antirracismo

Manifestación contra el racismo institucional el 12 de noviembre / Najim Ouled

“Por una sociedad sin racismo” fue el lema que unió el pasado año a miles de personas, en su mayoría migrantes y racializadas, en la mayor manifestación contra el racismo en el Estado español liderada por personas atravesadas directamente por el racismo. La marcha fue el resultado de semanas de organización y planificación, debates, encuentros y desencuentros naturales en un espacio que juntó cuerpos violentados por el racismo y sus manifestaciones, todas ellas perversas.

Se tomaba la fecha de 12 de noviembre para recordar el que fue el primer asesinato juzgado por motivaciones raciales en 1992, el de Lucrecia Pérez Matos, una joven migrante dominicana asesinada por un agente de la Guardia Civil fuera de servicio un 13 de noviembre en Aravaca, Madrid. La manifestación del año pasado se hizo un día antes para que coincidiera con el fin de semana y facilitar así la presencia de un mayor número de personas. Las vidas migrantes y racializadas son vidas por lo general precarizadas, gracias al racismo social e institucional que genera barreras insalvables en el acceso al trabajo, cuando no supone la negación de todo derecho a trabajar, lo que no permite disponer de tiempo para la militancia.

Daba así comienzo un movimiento, que tomó el nombre de 12 de Noviembre. Más tarde, tras la manifestación y posteriores debates pasaría a llamarse Movimiento de Acción Política Antirracista 12N (MAPA 12N). Fue este, bebiendo de otros anteriores y de otras corrientes antirracistas y decoloniales, quien introdujo en el panorama político un conjunto de críticas y cuestionamientos que han puesto en evidencia, por un lado, la forma en la que se viene haciendo antirracismo y por otro lado, contribuir a generar el debate sobre una respuesta política al racismo estructural.

El antirracismo moral

Las consecuencias de aquella manifestación se escuchan hoy día. Pertenezco a una organización que fue creada por personas blancas a las que el racismo y sus violencias no atraviesa de forma directa. Cuando entré en SOS Racismo Madrid era una organización con un discurso y un qué hacer que entra en lo que se conoce como el antirracismo moral. Algunas de sus acciones se basaban (y se basan) en dar respuestas cómodas a situaciones de racismo cotidiano. Señalar a los prejuicios y los estereotipos sin acudir a la raíz, emitir comunicados, apelar a la legalidad (para unos cuerpos ilegalizados). Dar respuesta al racismo en los medios de comunicación o a los discursos partidistas nunca sirvió para construir un proyecto transformador y realmente combativo que sea capaz de atacar la matriz racista del sistema.

Aunque queda largo camino por recorrer, mucho ha cambiado. Al menos a nivel de la capital, donde antes apelar al sentimiento y a las emociones era “lo antirracista”, hoy se confronta el debate sobre qué es racismo, como se construye un antirracismo con y desde las personas racializadas, junto a las personas aliadas. “Nadie en el mundo, nadie en la historia ha conseguido su libertad apelando al sentido moral de sus opresores”, dijo Assata Shakur. De igual forma, “las herramientas del amo no desmantelan nunca la casa del amo”, señalaría Audre Lorde.

“Organizaciones que se dicen antirracistas que han percibido el discurso contra el sistema racista como un ataque personal. Su respuesta ha sido desmarcarse antes que revisarse”

El cambio, al menos en el debate público, no ha sido posible sin la fractura. En Madrid hay toda una corriente de organizaciones que se dicen antirracistas que han percibido el discurso contra el sistema racista imperialista donde la colonialidad coloca a las personas blancas como privilegiadas, como un ataque personal y su respuesta no se hizo esperar, desmarcarse antes que revisarse. Ya lo decía Fanon “el ocupante no entiende” y añadía, “el fin del racismo empieza con una repentina incomprensión”. Es fundamental entender que el movimiento antirracista es y debe estar compuesto y liderado por personas migrantes y racializadas contando con quienes se declaren antirracistas. Pero solo cabe el diálogo y el debate desde la horizontalidad. Somos mayores de edad, capaces de pensar por nosotros mismos. El paternalismo es racismo y el antirracismo no puede ser racista. No es posible el cambio sin alianza, pero ésta no es a cualquier precio.

Transitar al antirracismo político

MAPA 12n comenzó a hacer visibles conceptos y teorías que ya estaban ahí. Antirracismo político, decolonialidad, colonialidad, personas racializadas en la blanquitud o personas racializadas en la inferioridad… son todos ellos conceptos que vienen de luchas anteriores, de otros territorios y de voces que en el Estado español son silenciadas por incómodas, por poner en cuestionamiento el orden racista y colonial imperante. Paradójicamente, es en los espacios de la academia blanca donde los hemos escuchado más, no porque sean suyos, sino porque reproduciendo lógicas racistas y coloniales, la academia (como en la izquierda blanca) emplea términos y teorías construidas por personas racializadas que no son citadas ni nombradas. El extractivismo está vigente porque son fuertes las estructuras que lo sostienen.

“Conocemos nuestra historia y desde ahí tratamos de construir un poder organizado”

A todas esas personas que han construido conocimiento y crítica les debemos nuestra comprensión del mundo en el que habitamos. Pero en la calle también está el antirracismo político. Lo está frente a la oficina de SOS Racismo Madrid, donde después de una identificación racista por parte de la Policía Nacional, el compañero senegalés cansado de ser parado, criminalizado y humillado le explica con rabia al agente que su presencia allí no sería posible sin el expolio y masacres cometidas contra África, que “tarde o temprano África se levantará”. Conocemos nuestra historia y desde ahí tratamos de construir un poder organizado.

Leer 1492: por un antirracismo político

En memoria de nuestros hermanxs

MAPA 12n recuperó la figura de Lucrecia Pérez. Pero no fue la única. Nos enteramos buscando en la hemeroteca que a penas un día después, Hassan Al Yahahaqui, golpeado por cuatro ‘cabezas rapadas’ en Majadahonda, permaneció en coma nueve días hasta su muerte. Años antes, en 1985, se halló flotando en las aguas de la barra portuaria de la villa de Suances, en Santander, el cuerpo de Santiago Gabarri Echevarría un joven gitano de 18 años, torturado y asesinado. Nos acordamos también de Carlos Palomino, asesinado un 11 de noviembre o de Guillem Aguyó un 11 de abril, como de otros tantos antifascistas víctimas del fascismo español instalado en todos los poderes ejecutivo, legislativo y judicial por mandato de un dictador que murió en una cama. Hecho maquillado por un proceso al que se le denominó “transición”, que transitó a una democracia sin cambiar de arquitectos. Nuestra lucha está también en el antifascismo, esperemos que la del antifascismo esté también en el antirracismo.

Somos antifascistas porque somos antirracistas. Somos antirracistas porque queremos derribar un sistema que determina quién tiene derecho a vivir en función de su raza. Las personas racializadas privadas de su humanidad luchamos contra los dispositivos que contribuyen a nuestra criminalización, persecución, a nuestra aniquilación. El antifascismo debería entender que para nosotros ser antifascistas no es opción, es una necesidad imperiosa. Más cuando el auge de los fascismos toma terreno mediante un populismo antimusulmán y antiinmigración. Es ahora cuando la sociedad alarmada se cuestiona el por qué del auge del fascismo, la respuesta la tienen en frente, las leyes racistas están ahí cimentando el terreno, desde hace más de 500 años. Esto me lleva a preguntar por qué en los movimientos antifascistas no hay una presencia notable de personas racializadas. ¿Es el antifascismo antirracista?

La manifestación contra el racismo que tendrá lugar el próximo 11 de noviembre en Madrid necesitará de todos y todas. También estarán presentes, aunque en nuestra memoria antirracista, Mohammed Abagui, Osamuyi Aikpitanyi, Jonathan Sizalima, Samba Martine, Idrissa Diallo, Aramis Malukyan, Younes Slimanni, Soufiane, Mamadou Barry, Mohammed Bouderbala, Manuel Fernández, Mame Mbaye, las jornaleras marroquíes o las miles de personas víctimas de las políticas fronterizas de Europa y ahogadas en el Mediterráneo solo en lo que llevamos de año. Y otras muchas más que no nombrados porque la lista sería larga, pues nuestra memoria comenzó hace siglos. Por todos ellos y ellas, marchamos contra el Racismo de Estado.

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