El jugador de baloncesto, Marquie Smith, sufre una agresión racial por varios vigilantes de seguridad

Imagen de Marquie Smith (@splashy_kwee)

Marquie Smith, afroamericano nacido en Alemania, ha sido ganador de las dos primeras ediciones del concurso de mates ALLSTAR de Copa Catalunya. Como profesional de baloncesto, ha jugado para el Boet Mataró de la Liga EBA, el CB Castellar, con quien se proclamó campeón en Copa Catalunya y este año se entrena con el CB Prat de la Liga Leb Oro. Además, posee una línea de ropa propia y una agencia de publicidad y promoción de eventos.

Contacta con Es Racismo tras experimentar lo que describe como una de las experiencias más asquerosas que recuerda desde su llegada a Catalunya en 2016. Se encontraba de fiesta con sus amigos durante la noche de San Juan en la playa de la Barceloneta. Sobre las 06.00 de la mañana se disponía a mirar en su teléfono móvil la forma más rápida de regresar a su casa cuando un petardo le explotó en las piernas. Se giró y sospechó que la persona que lo había lanzado había sido uno de los vigilantes de seguridad de la zona de la Villa Olímpica del Poblenou, barrio situado en el distrito de Sant Martí (Barcelona).

En ese momento Marquie recriminó al vigilante su acción. “Le respondí bien, me había golpeado con un petardo y lo menos que podía hacer es reconocerlo y disculparse”, comenta a Es Racismo. Sin embargo, no fue una disculpa lo que obtuvo como respuesta del vigilante. Dijo, “¿Qué te pasa?. Y añadió, “esta es la cultura de San Juan, disculpa a mis cojones”. Seguidamente, se acercó otro vigilante de seguridad, compañero del anterior, que sin mediar media palabra propinó a Marquie un puñetazo en la boca.

“Sé lo que es ser un hombre negro en este mundo. Llevo años en España y siempre me las arreglo en este tipo de situaciones, pero lo que ha ocurrido esa mañana ha sido repugnante”

“Poco después de que su colega me golpeara, otro guardia de seguridad me agarró para alejarme. Me dijo que no pasaba nada, que me fuera a mi  casa”, explica. A su alrededor varias personas veían y grababan lo sucedido con su móvil, enfurecidas y recriminaban a los vigilantes su actitud. Marquie se mantuvo al margen, “esperé pacientemente a que las cosas se aclararan para tener la oportunidad de hablar con alguien a cargo”. No quería que esta violencia se quedara en nada y pensó que lo más adecuado sería buscar a algún responsable de la empresa de seguridad. A lo lejos localizó a otro vigilante, lo diferencia del resto porque no va uniformado, pero si en posesión de un walkie por el que hablaba. “Le pregunté si estaba a cargo, me dijo que no y durante la mitad de mi explicación me dio dos puñetazos a quemarropa en la cara y otro colega suyo me golpeó en la nuca. No me caí y cuando levanté las manos para defenderme, se acercó un grupo numeroso. Entonces él preguntó burlonamente ¿te vas a ir a casa ahora?”. Marquie agarró rápidamente su teléfono y tomó una foto a uno de los vigilantes. Otros dos acudieron corriendo al lugar y empezaron a golpear al joven afroamericano que en todo momento se hallaba solo, pero a partir de aquí unos chicos negros que le hablaban francés se metieron en medio y le sacaron. Los chicos le agarraron del brazo y tiraban de él, le decían que corriera. “Teníamos una decena de vigilantes de seguridad porra en mano persiguiéndonos a través de cuatro carriles de tráfico” recuerda. Precisamente, es el vigilante de seguridad que le había lanzado el petardo es quien le alcanza y consigue quitarle su móvil, un terminal valorado en 900€.

“Me escapé”, indica Marquie, “pero cuando me di la vuelta vi a los chicos que me ayudaron atrapados y golpeados en el suelo, además, sus teléfonos fueron robados también porque estaban grabando lo que había sucedido”. Cuenta que uno de los chicos quedó tirado en el suelo gravemente herido tras la golpiza. Continúo corriendo hasta dar con la policía cerca de Avinguda del Litoral. Les explicó lo sucedido. Desde donde se encontraban los agentes eran visibles los guardias de seguridad, “los agentes dijeron que no podían hacer nada si no presentaba una denuncia”. Al encontrarse los cuatro jóvenes negros heridos (Marquie y los desconocidos que decidieron ayudarle a escapar), los Mossos d´Esquadra les ayudan a desplazarse en los coches patrulla hasta la comisaría.

“Los agentes dijeron que no podían hacer nada si no presentaba una denuncia”

El cuestionamiento en comisaría

“Cuando llegué a comisaría había una agente de la que nunca olvidaré su cara, nos miraba como diciendo ‘vaya, más trabajo’”, explica Marquie. Contó todo lo sucedido. A su lado estaba el otro chico agredido brutalmente que a penas podía moverse. “Otro agente nos decía que debía levantarse del suelo o lo acabarían sacando de comisaría, en ningún momento los Mossos deciden llamar a una ambulancia o trasladar al herido al hospital más cercano”. Tras su explicación de los hechos la agente se dirigió a Marquie para preguntarle si no tenían un parte médico y el número de serie del móvil robado, porque sin ellos, no podrían hacer nada. Pero ahí no acaban los hechos, esta misma agente se dirige al chico malherido y comenta “vaya, ¿Por qué no le han robado también el reloj? es muy buen reloj. Pensé que no habían escuchado nada de lo que les dijimos sobre que el robo de los móviles había sido por grabar a los vigilantes de seguridad empleando toda la violencia contra nosotros”, explica Marquie.

“Cuando llegué a comisaría había una agente de la que nunca olvidaré su cara, nos miraba como diciendo, ‘vaya, más trabajo’”

Tras lo sucedido, se dirigió primero a su casa a por el código IMEI de su teléfono y de ahí al hospital para que le realizaran el parte médico. En él se recogen las numerosas contusiones faciales sufridas, además de un diagnóstico que describe al joven como “emocionalmente afectado por la situación”. “Mi cara está hinchada, mi boca tiene numerosos cortes interiores, la parte posterior de mi cabeza tiene un bulto enorme y tengo una migraña que me parte y no puedo comer debido a las llagas en mi boca y encima de todo esto, mi teléfono fue robado”, describe Marquie. Tras salir del hospital acude a la comisaría de los Mossos d´Esquadra en Ciutat Vella pasadas las 10.00 de la mañana a interponer por fin la denuncia.

Ya en casa y después de descansar, decide encender su ordenador y allí consigue localizar la ubicación de su teléfono móvil. Sobre las 18.00 se presenta en la calle Ramos Trías Fargas número 2. Allí se se encuentran unas oficinas de seguridad donde localiza a un trabajador que le pide regresar más tarde. Sobre las 22:00 se vuelve a presentar junto con una amiga, sin embargo, los trabajadores del lugar le volvieron a pedir que regrese más tarde. Mientras se marchaban un hombre se acercó colocándose entre él y su amiga. Marquie trató de alejar a su amiga del individuo posicionándose en medio y recibiendo un puñetazo en la mejilla. Describe al agresor como una persona con muchos tatuajes en los brazos, complexión fuerte… y lo reconoce como una de las persona vinculadas a los agentes de seguridad que un día antes le agredieron. Tras este último incidente decide interponer una segunda denuncia, esta vez en una comisaría diferente a la anterior y más próxima a su domicilio. Al llegar a la comisaría, le dicen que debe esperar más de una hora y media. Decide hacerlo. A penas quince minutos después le hacen entrar, “tuve la sensación que me dijeron que tendría que esperar mucho para que me marchara a mi casa sin denunciar”, señala.

“Sé lo que es ser un hombre negro en este mundo. Llevo años en España y siempre me las arreglo en este tipo de situaciones, pero lo que ha ocurrido esa mañana ha sido repugnante”, lamenta Marquie, quien se encuentra a la espera de que prosperen las dos denuncias interpuestas y pueda llevar ante la justicia a los agresores.

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