“En el Estado español se invisibiliza cualquier forma de racismo, no solo el islamófobo”

Salma Amzian / Youssef Ouled

Salma Amzian es amazigh, nacida en Tifarrouine, un poblado del Rif cercano a Alhucemas. Se crió en un pueblo de Cataluña próximo a Barcelona, Vic. Antropóloga e historiadora, cursó un Máster en Antropología orientada a la intervención sociocultural. Actualmente se encuentra inmersa en un proyecto doctoral que versa sobre el racismo y la construcción de la masculinidad. Es coordinadora del blog “1492: por un antiracismo político” dentro de El Salto. Un espacio de reflexión crítica destinado a analizar y denunciar el racismo de Estado desde una perspectiva decolonial, que busca afianzar las condiciones de posibilidad para el desarrollo de un antirracismo político en el Estado español.

Más que islamofobia, hablas de racismo antimoro y antimagrebí como término que alude a la relación con el pasado colonial en el Estado español ¿a qué se debe?

En realidad, no propongo un cambio de términos sino una mejor comprensión de lo que significa la Islamofobia en este país. No se trata de cuestionar el término sino los usos. Se suele presentar la Islamofobia como un conjunto de actitudes prejuiciosas hacia el islam y a las personas musulmanas. La necesidad de vincularlo con el término racismo antimoro responde a dos inquietudes. Por un lado, nombrarlo como lo que es: racismo. Y por otro, vincularlo con el odio al moro intrínseco a la construcción del Estado español, que no se puede entender sin su historia colonial e imperial. Se trata de repetir una y otra vez que esas pintadas en las puertas de las mezquitas no se separan del racismo institucional.

Por poner un ejemplo, en las protestas en el CIE de Aluche del año pasado, cuando se amotinaron este grupo de moros pidiendo houria (libertad), hubo respuesta por parte de la izquierda y los movimientos que trabajan la cuestión de los CIEs pero en ningún caso se hizo una lectura realmente en clave racial de esa situación. De haber sido así no hubiese sido un dato anecdótico que la mayoría de los amotinados eran moros ni que una de las “formas de castigo” de los verdugos del CIE fue tirar y pisotear un Corán de los internos.

Sin embargo, esto no nos debe llevar a caer en que la islamofobia no existe, como defiende la derecha islamófoba, ni a construir un discurso fácilmente digerible por la izquierda laicista. Después de poner estas cuestiones sobre la mesa, me han llegado felicitaciones islamófobas de la izquierda blanca por tener un discurso antirracista de verdad, eso es para ellos un discurso laico o laicista. Pues nada más lejos de la realidad señores, el racismo antimoro en sus espacios políticos pasa por, entre otras cosas, ese laicismo beligerante que destruye nuestra espiritualidad islámica a través de sus proyectos secularizados e individualistas.

“Presentar la islamofobia solo como una especie de prejuicios y discriminaciones hacia una confesión religiosa nos ha llevado a alimentarla”

¿De qué forma el discurso contra la islamofobia en el Estado español es utilizado para invisibilizar el racismo antimoro?

Algunos discursos que se han usado para la lucha contra la islamofobia a menudo han servido para seguir perpetuándola. Si entendemos como hemos explicado que la islamofobia es una forma de racismo, no nos sirve ningún discurso que no ponga la cuestión racial en el centro.

Hemos señalado ya que toda la construcción alrededor de la “islamofobia de género” ha servido para desviar la atención hacia un análisis de género que como ya han demostrado muchas pensadoras decoloniales es occidentalocéntrico y, por lo tanto, colonial. Además, se trata de una vieja estrategia colonial que nos ha pensado sumisas y víctimas de “nuestros patriarcados indígenas” de los cuales nos teníamos que liberar con la ayuda de la empresa colonial.

Con esto no estoy criticando las iniciativas personales o colectivas de mujeres que prefieran pensar en sus opresiones desde ese lugar. Solo me gustaría alertar de la instrumentalización que se hace de eso. No te parece curioso que con lo que ha costado y cuesta que en Europa los feminismos se hagan un espacio, sean tan bienvenidos los discursos que prefieren explicar lo racial con el género o la sexualidad…

En el estado español se invisibiliza cualquier forma de racismo, no solo el islamófobo. Pero presentar la islamofobia solo como una especie de prejuicios y discriminaciones hacia una confesión religiosa nos ha llevado a alimentarla.

Después del atentado del 17 de abril hemos visto cómo la lucha contra la islamofobia ha servido de cortina de humo para dar rienda suelta al racismo. Se hace posible montar en un mismo escenario una manifestación contra la islamofobia y a la vez de estigmatización de los moros. Se ha dicho incluso que el problema no es el islam sino los marroquíes. Hemos visto cómo desde varias instituciones políticas y sociales se decía que no todos los musulmanes son/somos terroristas, mientras se defendía la puesta en marcha de protocolos contra la radicalización de los jóvenes musulmanes que estigmatizan a los jóvenes marroquís, sobretodo.

Y esto es responsabilidad también de esa lucha contra la islamofobia que se ha permitido defender que el problema es la lectura sesgada que hacemos los moros del Islam. Esta premisa la hemos podido ver especialmente después de los atentados, se ha defendido la necesidad de un islam europeo, un islam moderno, incluso un islam secularizado. Por suerte tenemos muchas voces a nivel internacional que analizan esa colonialidad de la religión por la que algunos están apostando.

En Es mora pero moderna (Pensaré Cartoneras) explicas que es peligroso combatir la islamofobia desde la españolización del islam y hablas de un intento de blanqueamiento “como si reivindicar la españolidad concediera mayor credibilidad” ¿Qué lectura se puede hacer de esta reivindicación desde una perspectiva decolonial?

Reivindicar una españolidad islámica es interesante incluso desde una perspectiva decolonial, romper con ese relato de lo español cristiano como superior al mundo islámico. Sin embargo, eso no nos puede llevar a invisibilizar el carácter colonial del cristianocentrismo español, no únicamente como forma de religiosidad sino como una cultura que impregna la epistemología española, incluso la que se pretende atea. Por eso no podemos permitirnos lavarle la cara a la España imperial antiislámica reivindicando un islam español. Es inconcebible. Creo que aún está por construir una narrativa de la especificidad hispánica, del pasado islámico-andalusí desde una perspectiva realmente decolonial que muestre toda la complejidad sin caer en mitos fundacionales que le hacen el juego a la España colonial.

De lo que intentaba alertar en ese texto es de las actitudes de algunas figuras públicas musulmanas que se erigen como auténticas conocedoras del islam y que, rechazan abiertamente la práctica y el conocimiento de los musulmanes árabes o leídos como tal, de los moros. Cuando los musulmanes blancos españoles reivindican su islamicidad sin revisar la propia identidad blanca se cae, a menudo, en la arrogancia y el racismo hacia los moros. No podemos construir todos esos discursos sin tener en cuenta el contexto racista en el que nos encontramos, en el que se socializan y educan los blancos –incluidos aquellos que abrazan el islam− y sin tener en cuenta lo que Sirin Adlbi y otros pensadores decoloniales musulmanes nos enseñan acerca de la colonialidad del islam.

Para mí es especialmente útil el esquema sobre el racismo que traza Ramón Grosfoguel inspirado por el pensamiento fanoniano. Creo que para entender estas cuestiones debemos volver una y otra vez a él, que al final es volver a Fanon.

En ese esquema se explica el orden racial surgido de la colonialidad/modernidad que divide la humanidad en zona del ser (los hiper humanizados) y zona del no ser (los deshumanizados). Evidentemente hay matices tanto en las dos zonas descritas como en la relación entre ambas. En esa construcción, los deshumanizados (los subhumanos y los no-humanos) son aquellos que pertenecen a las comunidades que históricamente han sufrido los procesos de genocidio y epistemicido sobre los que se construye la modernidad. Los hiper humanizados son aquellos que pertenecen a las comunidades que pusieron en marcha los relatos y las prácticas mencionadas, ocupando el lugar del único modelo de humanidad posible y ostentando privilegios civilizatorios históricos. Vuelvo a decir, hay infinidad de matices. Por ejemplo, en la zona del ser hay opresión de clase, de género, hay discriminación confesional, pero se sigue estando en la zona del ser. En la zona del no ser, existen todas las opresiones mencionadas, pero agravadas por la opresión racial.

El lugar que se ocupa en dicha división maniquea de la humanidad no es un lugar elegido sino impuesto socialmente. Eso no significa que estemos determinados a cumplir un papel, pero hemos de tomar consciencia de cuál es el lugar que queramos o no ocupamos.

Entonces, el musulmán español no dejaría de ser el otro del ser. Por lo tanto, reivindicar lo musulmán unido a lo español no rompería con ese orden racial. Los musulmanes racializados seguiríamos estando en la zona del no ser, incluso si no nos definiéramos como musulmanes. También nos sirve para entender la cuestión de la islamofobia. La islamofobia que sufren los musulmanes de la zona del ser está, de alguna forma, atenuada por su identidad blanca, su privilegio racial. Mientras que la que sufrimos los musulmanes de la zona del no ser está agravada por la opresión racial. No se trata de hacer unas olimpiadas del sufrimiento sino de complejizar la cuestión para que nuestros activismos sean verdaderamente útiles, para todas.

“Los musulmanes racializados seguiríamos estando en la zona del no ser, incluso si no nos definiéramos como musulmanes”

Dice Houria Bouteldja que el feminismo blanco puede ser cómplice del patriarcado blanco defendiendo políticas racistas para preservar privilegios e intereses blancos ¿cómo se instrumentaliza el discurso feminista blanco para cuestionar a las musulmanas? ¿Se puede articular la lucha feminista con la antirracista?

Houria Bouteldja, como Sirin Adlbi, habla del feminismo blanco como proyectos colonizadores en el mundo árabe y musulmán (en origen y en la diáspora). De hecho, no es que lo pueden ser, sino que lo son, siempre. Lo son porque nacen de la modernidad como proyecto civilizatorio occidental. Entonces, nos encontramos con un feminismo (lo quiera o no) totalmente comprometido con el racismo.

Sobre cómo se instrumentaliza el discurso feminista contra las mujeres musulmanas la voz más autorizada, a día de hoy, creo que es Sirin Adlbi y su libro La cárcel del feminismo. Recomiendo su lectura donde lo explica con profundidad.

La cuestión de la articulación de luchas como si se trataran de categorías estancas también nace de la modernidad. Se articula lo que previamente se ha dividido, para nosotras no hay lucha que no sea contra la imbricación de raza, clase, género, sexualidad. Entendiendo esta imbricación, la lucha antirracista es y debe ser siempre antipatriarcal, al menos la que se concibe desde una perspectiva decolonial. Otra cosa es que en nuestro contexto nunca se conciba como tal porque no responde a la narrativa de liberación moderna que espera el discurso feminista blanco. Al final es lo de siempre, solo se puede ser feminista bajo lo paradigmas de occidente y si la lucha antirracista los rechaza no es feminista.

Por eso las propuestas de Houria o Sirin son tan revolucionarias para nosotras, las musulmanas, porque plantean rechazar que se nos mida siempre desde ese prisma moderno que es el feminismo. De alguna forma se pretende trascender el feminismo, que es trascender la modernidad, que diría Sirin.

“Debemos recuperar esas genealogías de lucha femenina que muchas veces es también lucha anticolonial”

¿Se puede hablar de “feminismo islámico” sin abordar el debate entorno a la decolonialidad?

Son propuestas distintas. Se han querido presentar como propuestas parecidas o iguales pero no es así. En parte esto es porque en nuestro contexto no se ha querido entender de qué hablamos realmente cuando hablamos de perspectiva decolonial. Podríamos decir que se ha convertido en una moda tanto en la academia como en los activismos. Podemos ver cómo se añade la palabra decolonial a todo, incluso a propuestas racistas y coloniales. En el caso del feminismo islámico se ha querido ver en él una apuesta por la decolonialidad por el simple hecho de que denuncian el carácter racista y excluyente del feminismo blanco hegemónico. Pero con eso no es suficiente. Eso ha interesado también a ciertos feminismos porque suponía que para deshacerse de su carácter colonial bastaba con incorporar a las otras, migrantes y racializadas. Pero ya lo hemos ido explicando un poco, no basta con eso.

A menudo el feminismo islámico que hemos podido ver por aquí es un proyecto fácilmente digerible por parte del feminismo blanco. La mayoría de sus propuestas inscriben en esas narrativas de liberación modernas que son las feministas. Eso ha llevado a las compañeras a exigir su lugar en esas narrativas criticando el laicismo beligerante que no aceptaba su espiritualidad, su derecho a decidir sobre su propio cuerpo, a proclamar que “nosotras también somos feministas”, etc. En definitiva, luchar dentro de la cárcel epistemológica de la que habla Sirin.

Lo que se plantea desde la perspectiva decolonial es precisamente romper con esas narrativas. Eso nos lleva a replantearnos las herramientas de lucha y las del feminismo nos son insuficientes. Diría que contraproducentes en muchos casos. Otra cosa es hablar de los proyectos de emancipación de las mujeres en el mal llamado mundo musulmán, del que conocemos muy poco. Debemos recuperar esas genealogías de lucha femenina que muchas veces es también lucha anticolonial.

Comentas que uno de los éxitos de la islamofobia de género es la instrumentalización de la lucha de las musulmanas para devolver la imagen de violencia entre musulmanes y cómo la industria mediática muestra un interés desmedido por esas “imágenes”. ¿En qué consiste la islamofobia de género? ¿Cómo se emplea para invisibilizar la violencia contra el varón musulmán?

Sí, en ese texto al que aludes se me pedía hablar de “Islamofobia de género” y decidí mostrar lo que para mí serían los límites de ese discurso, desde una perspectiva antirracista. Pero hay que explicar que el éxito de instrumentalizar las luchas de las musulmanas para devolver la violencia al interior de la comunidad no es de esos discursos sino de todo el aparato racista institucional. Lo que sí cabe denunciar es que estos discursos han acabado ayudando a ello, pero no podemos confundir la parte con el todo. Que ellas hayan acabado ayudando a la agenda racista institucional no quiere decir que eso formase parte de su propia agenda, no de todas. Pero aún así hay una responsabilidad política.

También cabría preguntarse porqué en determinadas instituciones han sido tan bien recibidas estas posturas, como ya he dicho. Volvemos a que en un contexto moderno colonial se instrumentaliza las mujeres para ejercer violencia contra las comunidades, y eso incluye a los hombres. 

Seguimos reproduciendo el imaginario colonial sobre el hombre moro como peligroso, violento… Es un peligro tanto para sus mujeres, nosotras, como para la sociedad. Por lo tanto, toda la violencia institucional contra él está justificada. Por eso, nosotras apostamos por un posicionamiento antirracista que los incorpora, sin que eso implique negar que hay que descolonizar también esas masculinidades fuertemente atravesadas por la violencia colonial.

Sobre cómo se instrumentaliza la imagen de la mujer musulmana con hijab se ha dicho mucho, aunque parece que nunca es suficiente. Sin embargo, me gustaría hablar de otra figura que hemos visto aparecer con la fiebre post-atentados en Barcelona y que temo que seguirá apareciendo. Se trata de la mora moderna, sin hijab, que reniega o se distancia de su religión y su comunidad y desde esa distancia habla de las opresiones en el seno de las comunidades/familias musulmanas. Esta imagen es también instrumentalizada. Tampoco es casualidad que determinados medios islamófobos y racistas abran sus puertas a estas experiencias porque de hecho ellas dicen lo que ellos querrían decir pero no pueden porque sería racista. Es la estrategia definitiva: buscas a alguien del seno de la comunidad a la que quieras atacar para que diga lo que necesitas decir. Con esto no quiero desagenciar a esas personas, ni quitarles responsabilidad, pero sí debemos tener una visión amplia de estas actitudes.

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